Pero será en tiempos de los Reyes Católicos y de su nieto el Emperador Carlos V, cuando los concejos de los pueblos procedan a sembrar gran parte de sus términos de pinos albares o negrales, en cumplimiento de pragmáticas reales.
Muchos eran los vecinos de Íscar dedicados a trabajar las maderas de los pinares: leñadores, aserradores, trilleros, carpinteros y carreteros. Entre los carpinteros se distinguían unos llamados «maestros de puertas y ventanas» de otros se decían «maestros albañiles y carpinteros». Estos últimos se encargaban de construir edificios, en cuyas techumbres y muros se empleaban maderas labradas.
…En el mismo pinar, con sierras braceras, los carpinteros serraban los troncos en tramos o ajuareros.
Acarreados los ajuareros junto a la villa, se serraban a lo largo por la mitad con la sierra de cachar, convirtiéndolos en «cachas», que se colocaban en piladas, de modo que el sol y el viento las secaran. Serrándolas y labrándolas se extraían piezas para fabricar puertas y ventanas, taburetes y escaños, arcas … Sin olvidar las camas de madera encordeladas con sogas, cuya fabricación parece que era típica de Íscar.
El trabajo de los carpinteros se realizaba en sencillos talleres anejos a sus casas.
Diversos inventarios de aquella época refieren el uso de herramientas. Sierra meter sierra, sierra de mano pequeña, hachas de a una boca, azuelas de mano, escoplos de hierro, tenazas de sacar clavos, plomada para fábricas, juntera, cepillo, barreno, acanalador, planas y cartabón, martillo de orejas, media caña, entre otras.
La denominación de carpinteros puertaventanistas en Íscar, se suele reflejar en los documentos y parece indicar una especial dedicación en la villa, no sólo para surtir a la Villa de Íscar y sus inmediaciones, sino además para venderlas por toda la región.
Artesanos de la madera eran también los carreteros. Hacer carros, arados y yugos requería unir la destreza de un buen carpintero en el trabajo de la madera, con el saber de un herrero, al forjar el hierro en la fragua.
Además de la madera de pino, los carreteros empleaban la de encina, cortada en el monte y la de fresnos y olmos crecidos en las riberas.
En 1751, contaba Íscar con una población de 215 vecinos, unos ochocientos cincuenta habitantes según el catastro del Marqués de la Ensenada. Más de la mitad se dedicaba al cultivo de los campos y al pastoreo de los ganados. Su renta anual de su trabajo personal era de 360 reales, considerando que podrían realizar tareas tan solo unos 120 días al año.
Un segundo grupo lo integraban quienes se dedicaban a las actividades artesanales. Albañiles, herreros, herrador, sastres, caleros. El catastro les consideraba 180 días de trabajo al año y sus rentas oscilaban de 360 a 900 reales.
Entre los artesanos destacaban los carpinteros y carreteros, que ocupaban una sexta parte de la población activa de la villa. En 1751, ya había veinticuatro maestros puertaventanistas y siete de hacer carros, cuyo jornal era de unos 810 reales anuales.
Por entonces habitaba y trabajaba en Íscar un maestro arquitecto y tallista de gran renombre Domingo Fernández Pedrosa, natural de Mondoñedo, Galicia. El catastro valoraba su jornal en el doble de cualquier carpintero local. Pedrosa talló varios retablos de iglesias sitas en la comarca. En Íscar, en 1748, para la Iglesia de San Pedro, esculpió el retablo de San Antonio de Pádua, con madera de los pinares de Villa y Tierra. Para la iglesia de San Miguel realizarán en 1765 otros dos retablos: uno a la virgen del Rosario, otro destinado a Jesús Nazareno y al Santísimo Cristo del Descendimiento.
La cofradía de los carpinteros de la Villa de Íscar, dedicada a su patrón San José, se funda en la Iglesia de Santa María de los Mártires un 6 de marzo de 1682. Sus fundadores, todos carpinteros, salvo los hidalgos Francisco Velázquez del Puerco y Antonio de Herrera, en unión del escribano Juan de Nieva Verdugo, confiesan crear la cofradía «celosos del servicio de Dios Nuestro Señor, su Santa Madre y el glorioso Patriarca San Joseph, nuestro patrón y avogado…»
La función de San José se solemnizaba con vísperas, misa cantada el día del patrón y procesión. Algunos años la procesión tenía danzantes y por la tarde se corrían novillos. Era la mejor ocasión para ingresar buenos dineros en las arcas de la cofradía. Además de lo recaudado pasando el plato entre las gentes, los devotos acostumbraban ofrecer mandas al Santo, sobre todo durante la procesión. Casi siempre se traba de rosquillas, hornazos, bollos, tortas de alhajú, naranjas, limas, limones y peros.
Cuando los ingresos de la cofradía no bastaban, se hacía un repartimiento entre los hermanos. Los caudales de la cofradía solían invertirse en hachas de cera, misas y sermones, ayudas a hermanos necesitados y gastos del día de la función. A veces había gastos extraordinarios, como la compra del retablo viejo de la cofradía, que se trajo de Portillo en el año 1703. Después en 1739, la cofradía empleó 1250 reales de vellón en la ejecución de un retablo nuevo, tallado por el maestro José de Umaran, vecino de Valladolid.
El retablo perdió la imagen original titular de San José. Se desconoce el porqué y su paradero actual. Posteriormente un iscariense devoto, Jacinto Llorente Álvarez, regaló a la Villa y Parroquia, un San José de yeso policromado. Ésta fue reemplazada por una nueva talla de madera, encargada y costeada por todos los carpinteros de Íscar unidos, aunque no existiera constituida Cofradía alguna, en 1981. La imagen fue adquirida en un taller artesano de la Plaza Santa Ana en Madrid.
Actualmente la Cofradía de San José de Íscar está activa y se creó con una revisión de los estatutos primitivos en el año 2016.
El San José actual luce nueva corona desde Marzo de 2021, donada por una devota.
¡VIVA SAN JOSÉ!
«…no se dude que el día que no travajan,
no ttendrán qué comer,
como le suzede a este testigo,
que tiene el mismo ofizio de carpintero…»
(Palabras de un carpintero de Íscar: año 1721)
Extractos del libro de Carlos Arranz «Cofradía de San José de Carpinteros de la Villa de Íscar». 1992