Su celebración corresponde al jueves de Corpus, que se celebra 60 días después del Domingo de Resurreción.
Específicamente, el Corpus Christi es el jueves que sigue al noveno domingo después de la primera luna llena de primavera del hemisferio norte. En algunos países esta fiesta ha sido trasladada al domingo siguiente para adaptarse al calendario laboral, como en Íscar.
Para conocerla mejor os compartimos extractos de un buen resumen ya realizado por el historiador iscariense, Jorge Esteban Molina, incluido en su investigación y publicación: (La fiesta de Santa María de los Mártires y Los Quintos en Íscar (Valladolid): raíces históricas, conformación y evolución reciente).
REVISTA FOLKLORE FUNDACIÓN JOAQUÍN DÍAZ nº 453
Comienza desde la página 16. https://funjdiaz.net/folklore/pdf/rf453.pdf
“La celebración del Corpus fue instituida para toda la Cristiandad en el año 1264 por el papa Urbano IV.
En 1316 Juan XXII introduce además la festividad de la Octava y la exposición de la Sagrada Forma con todos los honores.
En la Península la fiesta está documentada desde el periodo bajomedieval en ciudades como Évora (ca. 1265), Toledo (1280), Sevilla (1282), Barcelona (1319) o Valencia (1355), estando ya plenamente consolidada en los principales núcleos de los reinos peninsulares en el siglo XV.
La eclosión de la procesión del Corpus es posterior, ya que se produce a mediados del siglo XVI en un contexto inequívoco de defensa y afirmación del Sacramento surgido al calor del Concilio de Trento.
Siguiendo los dictados trentinos, la exposición en procesión del Santísimo, hasta entonces reservada al interior de los templos, pasará a celebrarse en el exterior, contribuyendo decisivamente a que el Corpus se erija en la festividad por antonomasia de la Contrarreforma.
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Durante buena parte de la Edad Moderna, coincidente con los reinados de la dinastía Habsburgo, la procesión del Santísimo Sacramento se convertirá en una de las celebraciones de mayor solemnidad y significación pública de nuestro país, representando el momento culminante del ciclo festivo anual y el principal referente para el resto las festividades.
Ese esplendor, sin embargo, irá apagándose paulatinamente con la llegada de los Borbones al trono español a comienzos del siglo XVIII, así hasta que Carlos III finalmente prohíba la mayor parte de sus componentes de raíz profana mediante la Real Cédula de 21 de julio de 1780, contribuyendo desde entonces a que la celebración tuviera un carácter más solemne.
En efecto, a lo largo del siglo XVIII, se constata en la documentación parroquial la inclusión de un nuevo gasto de carácter ornamental destinado a las festividades de los titulares de las parroquias iscarienses, como es la colocación de enramadas, en el caso que nos ocupa en el atrio. Los libros de fábrica más antiguos conservados son los de la parroquia de San Pedro (1518), seguidos de Santa María de los Mártires (1614) y San Miguel (1646).
Caro Baroja apuntaba que era habitual la colocación de adornos de carácter vegetal en el recorrido procesional (ya fueran enramadas en las fachadas, helechos, plantas en los suelos), la ejecución de danzas de carácter gremial o campesino, el desfile de gigantes, cabezudos y enanos, las representaciones de animales toros, águilas), de monstruos (tarasca), así como jinetes a caballo y personajes burlescos (vegigueros, mojigones, etc.)
En semejantes términos se ha expresado más recientemente Valiente Timón, aludiendo al significado que el propio Caro Baroja le otorgaba como fiesta solsticial, un carácter éste que, en consecuencia, lleva a que se impregne de múltiples ritos de raigambre popular, de ahí que en su procesión desfile un variopinto elenco de personajes al ritmo de la música, como tarascas, botargas, gigantes y cabezudos, danzantes, etc.4; o que el recorrido procesional estuviera engalanado con elementos de notable suntuosidad, como colgaduras ricas, altares, pinturas y toldos, además de con adornos florales y enramadas. “
(Revista de Folklore número 453 – Noviembre 2019 -Fundación Joaquín Díaz)